Definitivamente, hay muchísimo porqué agradecer y, sin importar la estación en la que nos encontremos en la vida, siempre podremos encontrar buenos motivos para estar agradecidos.
A pesar de que eso, en ocasiones, suena trillado y gastado, es la realidad, muchas veces las bendiciones más grandes y significativas de nuestra vida, las pasamos de largo, afanados, preocupados y enfocados en lo que importa menos.
Hemos aprendido una verdad que ha cambiado nuestra forma de ver la vida y es que, aunque nosotros no tenemos la potestad de elegir nuestra realidad, sí tenemos la potestad de elegir la perspectiva que le damos a esa realidad y, al final del día, no experimentamos la “realidad”, sino, que experimentamos la perspectiva que le damos a esa realidad. De manera que estando en la misma situación, en la misma circunstancia, podemos tener una experiencia de vida completamente diferente, podemos elegir pasar las estaciones de la vida con gozo, alegría y agradecimiento, o podemos hacerlo con amargura, preocupación y resentimiento.
En el libro de Números, capítulo 13 nos encontramos con una historia de 12 espías, en la que todos son enviados a la misma misión, todos experimentan la misma realidad, con sus ventajas y desventajas y al final de la misión, diez de ellos regresan con un reporte negativo, su vocabulario estaba lleno de queja, de derrota y de enojo; sin embargo, los restantes dos espías (Josué y Caleb) parecen haber estado en otro planeta, en otra misión; su lenguaje y su reporte estaba lleno de agradecimiento, de fe y de esperanza. ¿Era una realidad física distinta a la de los otros diez? No. Simplemente, era una perspectiva distinta y eso provocó una experiencia de vida completamente diferente para Josué y Caleb, quienes, a la postre, como ya sabemos, fueron los únicos que conquistaron la promesa de Dios.
Nuestro reto está en tener, siempre, el enfoque correcto ante cualquier circunstancia que nos toque vivir. Debemos aprender a ver las bendiciones que tenemos y también recordar las bendiciones que, a lo largo de nuestra vida, hemos podido experimentar. Nuestro cerebro, por alguna razón, funciona como un “teflón” para las experiencias positivas, y como un velcro para las negativas. Debemos ejercitar nuestra mente y espíritu a recordar lo bueno que tenemos, las bondades de Dios y que, cómo oraba el salmista podamos decir: «Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios (Salmo 103:2)». Imagina por un momento que todo por lo que te afanas y te preocupas te llegue hoy mismo (dinero, posesiones, trabajos, estudios… ponle tú el nombre que quieras), pero que con eso pierdas tu familia, tu salud, tus habilidades físicas o mentales, ¿qué escogerías? Probamente, ahí descubrirás lo que realmente es importante en la vida, y nos ayude a vivir recordando, en una actitud constante de agradecimiento.
Vivir agradecido mejora tu experiencia en el trabajo, en tu hogar, en tus relaciones, en tu ministerio… porque, recuerda, no experimentas tu “realidad”, sino, la perspectiva que decides darle a esa realidad.
La clave de Josué para tener, en toda circunstancia, una perspectiva correcta, la encontramos en el capítulo 33 del libro de Éxodo, en el verso 11: «mas el joven Josué, su criado, hijo de Nun, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.«. Josué estaba constantemente buscando la presencia de Dios. Una vida de adoración y devoción nos mantiene en la perspectiva correcta, recordar siempre las bondades de Dios y las veces que hemos visto su mano actuar de forma sobrenatural, va a mantener nuestra fe activa y va a recordarnos lo grande que es Dios y que Él es fiel, todo el tiempo.
Una vida de agradecimiento es una vida